Madrugamos, recogemos, desayunamos (más de lo de siempre) y nos ponemos en marcha, nuestra rutina matutina. Hoy, Josep opta por subir con las botas que utilizará para el día de cima. La verdad es que no es muy mala idea pero yo decido no hacerlo. Después de la experiencia de Benasque prefiero jugármelo todo a una baza, solo me las pondré para la ascensión final.
Mientras esperamos sacamos unas sillas y nos comemos un fuet, así la espera se hace más corta.
El planning es el siguiente: comer y dormir, cenar y dormir. Hay que estar descansado para subir por la noche.
La comida ya cansa, siempre lo mismo, así que la suplementamos con nuestros embutidos. Nos vamos a la tienda y a dormir. A mi me es imposible, entre los nervios y que la tienda hace bajada no hay quien pegue ojo. Mi compañero de tienda cae como un tronco, cada vez le odio más (la envidia se queda corto). Menos mal que tengo batería en el reproductor de música, que me hace una estancia más llevadera.
Llega un momento que ya estás harto de estar estirado, así que te levantas y estiras un poco las piernas antes de cenar. Contemplas el recorrido que te espera por la noche y te das una vuelta por el campamento antes de ir a cenar. 
Sobre las siete te metes otra vez en la tienda y a intentar dormir un poco más, imposible. Dentro del saco te metes toda la ropa que vayas a utilizar por la noche, así ya está calentita y no da tanto pudor vestirse.
Le das vueltas a la cabeza, llegaré o no. Al final terminas con la conclusión de que si no consigues la cima no pasa nada. Solo haber hecho el trekking por toda la cara sur del Kilimanjaro ha valido la pena.
Le das vueltas a la cabeza, llegaré o no. Al final terminas con la conclusión de que si no consigues la cima no pasa nada. Solo haber hecho el trekking por toda la cara sur del Kilimanjaro ha valido la pena.
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