sábado, 27 de abril de 2013

Media Maratón de los Monegros 2013, los problemas crecen

Todo empezó en enero de este año, en un bar, como debe ser.
No estoy motivado para entrenar, no se hacerlo sin ningún motivo, dije yo. ¿Por qué no te apuntas a los Monegros? Puedes hacer la corta, dijo Jordi. La idea me entusiasmó, tanto que al día siguiente ya estaba buscando programas de entrenamiento para maratones de BTT por la red.

La Orbea Maraton de los Monegros es una prueba en BTT por el desierto de Europa, en Sariñena (Huesca). Hay dos modalidades, la Maraton de 113 km y la Media Maratón de 77 km.

A partir de ese día hubo muchas sesiones por el río Besós, muchas por el paseo marítimo hasta Premià y Vilassar, un Puig Castellar en Sta. Coloma de Gramanet y algún que otro Margarola en Collserola. También una salida que deberían de haber sido 130 km por los ríos de Vallés, que al final solo salieron 87 por falta de tiempo. Y por último una ruta por Les Gabarres, Llagostera-Els Metges-Puig d'Arques-Llagostera, donde tuve que reparar la cadena ya que, a media subida de Els Metges, le dio por romperse.

¡Por fin llega el gran día!

Son las seis y media de la mañana y mi hermano Albert aparece con el coche, es hora de cargar el coche y salir hacia Sariñena, el pueblo de Huesca anfitrión de la Orbea Maratón de los Monegros. Durante el viaje recibimos un mensaje de Jordi diciendo que han parado a desayunar en Alcarràs, el viaja con el resto de participantes del BTT Llagostera. Decidimos parar en el mismo sitio y seguir el viaje juntos.

No ha parado de llover desde que hemos salido de casa y no parará hasta que llegamos a Sariñena. Aparcamos los coches y a recoger el dorsal. Los que hacemos la media nuestro dorsal es de color blanco y los que hacen la maratón es azul, aunque Albert lleve el azul hará la media maratón.

Me hace mucha ilusión estar los tres hermanos juntos aunque hagamos pruebas diferentes. Como la Maratón empieza a la 13:30 matamos el tiempo con unas cervecillas y rezando para que el tiempo acompañe.


Volvemos a los coches y los que van a hacer la Maratón cogen las fiambreras repletas de pasta y a comer.
Ahora solo queda prepararse y empezar la carrera. Mientras ellos se ponen en la interminable cola de bicicletas, a nosotros nos da tiempo de comer e incluso intentar dormir un poco. Como no lo conseguimos vamos a ver la salida.

Ahora es nuestro turno. Volvemos al coche y empezamos a prepararnos, nos vestimos, engrasamos las bicis secas de la lluvia y nos dirigimos a la salida. Albert lleva toda la mañana intentando localizar a un vecino suyo pero no lo consigue hasta que estamos en la salida. Al final el chico se une a nosotros.
La salida no es tan espectacular como la de la maratón, no hay tanta gente, pero te encuentras gente de lo mas variopinta, desde una despedida de soltero con el novio disfrazado a uno que lleva un muñeco colgado de la mochila.

Cuando quedaba un minuto le pregunto a mi hermano si lo hacemos juntos o cada uno a su rollo, juntos me dice él.
Se da la salida y empezamos a rodar por las calles del pueblo y ya empezamos con subida. Veo el pulsómetro y me asusto un poco, ¿cómo puede ser que acabamos de empezar y ya esté a más de 150 pulsaciones? Supongo que son los nervios. Como hay tanta gente acabo perdiendo de vista a mi hermano, espero reencontrarnos más adelante. Los caminos están más secos de lo que me esperaba con todo lo que había llovido, aunque de vez en cuando te encuentras un charco que ocupa todo el ancho de la pista. Lo malo es que cuando pasa ésto mucha gente se para y lo cruza andando, lo cual te hace bajarte de la bici a ti también. O cuando te encuentras de repente con una pequeña rampa, que pasa exactamente lo mismo. hay gente que lo lleva mejor y otra peor, si me tengo que bajar no pasa nada. En cambio hay bastante gente maleducada que pide paso de malas maneras.

Cuando iba por el km 15 empiezo a notar que se me montan los gemelos, primero de la pierna derecha y luego la izquierda. No me queda más remedio que aminorar la marcha e ir estirándolos subido en la bici. Yo lo acuso a tener el sillín demasiado alto pero no se si estoy en lo cierto. Todo esto, sumando el viento en contra que te hacía bajar mucho más lento, hace que no disfrutes lo que quisieras.

Llego al km 33 y veo un montón de gente, debe ser el primer avituallamiento. Efectivamente, muchísima gente haciendo cola para coger agua y demás. Busco a Albert pero no lo encuentro, lo extraño sería haberlo hecho, así que decido orinar, comer media barra energética, un trago de isotónico y afrontar la subida de 10 km.

Las molestias en los gemelos han ido menguando en intensidad y me encuentro muy cómodo subiendo, es más, adelanto a bastante gente. La verdad es que en mi cabeza había una subida mucho más dura que la que en realidad fue. Es bastante progresiva, salvo algún repecho que te hace cambiar de piñones. Mientras subo pienso: que bien va la bici hoy, supongo que la limpieza y la cadena nueva hará lo suyo. Empiezo a disfrutar la carrera, la gente se ha ido estirando con el avituallamiento y hace que se ruede mejor.

Km 44, se acaba la subida y empieza el descenso. Intento recuperar el tiempo perdido por los gemelos dándolo todo, las piernas a tope, hasta que en el km 55 noto que la bici se frena. Paro y veo que el cuadro se ha partido, el basculante por la parte de la pinza de freno se ha seccionado por completo. Los Monegros se han acabado para mí, pensé yo.

Es momento para hacer una duatlón, a ratos empujando la bici y a ratos subido en ella poniendo todo en peso en la parte delantera, hasta llegar al km 60, lugar donde se unen las dos rutas. Ahí hay un tipo de la organización que me pregunta si me pasa algo, le enseño mi problema y me dice que si puedo llegar al segundo avituallamiento, que hay una asistencia mecánica. Como no tengan maquinaria para soldar aluminio voy listo. Me dice que solo son 6 km y es en bajada. Hago coincidir un  poco las dos partes de mi basculante e inicio la bajada, que dura bien poco porque no que no me había dicho es que también había rectas y pequeñas subidas. Al llegar a éstas la bici queda frenada otra vez. Como todo el eje se mueve y la pinza de freno queda fija hace que haya más fricción en el disco de freno sin accionar la maneta. Paro y decido desmontar la pinza de freno para que al menos vaya más libre. Parece que funciona, ahora solo me frena el roce del neumático con el cuadro. Mientras bajo voy pensando en lo que haré, si después del avituallamiento seguiré o abandonaré. Sólo serían 11 km más con la bici frenada y habría acabado.

Llego al avituallamiento como puedo y busco la asistencia mecánica. Los dos mecánicos cuando ven el tema flipan un poco. A simple vista piensan que se ha roto el soporte de la pinza de freno pero luego les explico lo que hay, lo miran un poco mejor, y me dicen que ellos no pueden hacer nada. Les pido un cúter para cortar la brida que sujeta la manguera de la pinza al cuadro y un poco de cinta para poder encitar la pinza en la tija de sillín ya que me tocaba el pie al pedalear. Les pregunto por el terreno que me espera: bajada hasta el pueblo. Decido seguir.

Empiezo a descender y al poco rato compruebo la moto sin ruedas ni motor que me han vendido los mecánicos. Después de la pequeña bajada es todo un falso llano hasta el pueblo que, añadiendo a mis problemas el viento en contra, hace que mi progresión se muy lenta. El ruido que produce el roce del neumático con el cuadro es infernal y me hace ser le centro de todas las miradas y preguntas. Llego al km 79 y Sariñena se ve a lo lejos, se hace interminable. Oigo mi teléfono varias veces sonar, deduzco que son mis hermanos preocupándose por mi tardanza. Aumento mi cadencia y por fin cruzo la meta a 5 horas 56 minutos de mi salida después de 82 km. Por fin!!!

Llego al coche y Albert me está esperando, los demás se han ido a comer las hamburguesas y fideuá que dan a todos los participantes al acabar la prueba. El ha hecho un tiempo de 4h41m. Estoy tan cansado que no tengo ganas ni de ir a comer, solo quiero cambiarme para entrar en calor y volver a casa. Mientras me cambio llegan nuestros compañeros y todos han hecho un tiempo magnífico, han bajado de las 6 horas excepto Pere que ha tenido que abandonar por problemas estomacales. Les comento un poco la jugada e inician el regreso a casa, les quedan más de 4 horas de vuelta. Le comento a Albert de hacer lo mismo y cenar por el camino, éste acepta. A la una de la noche llegamos a casa.


La sensación es agridulce, contento por haber acabado (después de todo lo acontecido), contento por haberlo hecho en menos de siete horas (tiempo máximo que me había marcado) pero jodido por como ha ido todo.

El año que viene habrá que volver, el paraje es precioso.