viernes, 5 de agosto de 2011

Uhuru Peak, el sueño cumplido

Son las doce de la noche, por delante tenemos una jornada maratoniana. Nos vamos a la tienda comedor ya vestidos con la ropa de "faena" a ingerir líquidos y a comer algo. Los nervios no te dejan comer nada. Nos hemos abrigado tanto que la mayoría del grupo tenemos mucho calor y dentro de la tienda aun más.
Salimos de la tienda, conectamos nuestros frontales y empezamos el ascenso. Nos cuesta un poco salir del campamento ya que hay tanta gente que parece una romería.
Isaac encabeza nuestro grupo, seguido por Rosa, Merche, yo, Caco, Josep y cerrándolo Ewaldo. Joseph va subiendo y bajando para comprobar que todos estamos bien.
Isaac parece que tenga prisa y comienza a adelantar a otros grupos, cosa que luego nos pasará factura. Es increible y desesperante caminar por la noche. Dicen que todos los gatos de noche son pardos y así es. Todo parece que está cerca y nada más lejos de la realidad. Alzas la vista y solo contemplas un cordón de luces que asciende hasta el cielo hasta que llega un punto en que desaparecen. Entoces es cuando tu cabeza te engaña y te dice que eso está ahí mismo y que ya llega el final. Error, solamente es una curva. Así hasta casi llegar arriba.
Rosa pide parar un instante a beber agua y descansar, el ritmo es muy elevado. Yo aprovecho para desprenderme de un forro polar, me estoy asando vivo. Como hemos leido mil veces que el día de cumbre se pasa mucho frío me he puesto una capa de más. Voy con una camiseta térmica, un forro polar grueso, un plumón que me ha prestado Merche que alquiló en su día y no lo necesitaba y el Gore-Tex. Al perder mucho tiempo en quitarme el polar no puedo beber lo que me hubiera gustado (lo pagaré luego). Los guías, al ver el cansancio de Rosa, le quitan su mochila y se la cargan ellos.
El ritmo sigue siendo alto y en la siguiente parada es a Merche la que le quitan la mochila y Caco se ha quedado sin pilas en el frontal. Como hay tanta luz provocada por todos los frontales decide no poner pilas nuevas.
Si soy sincero, me acuerdo del principio y del final de la etapa, del medio tengo muchas lagunas. Se hace interminable. Cada poco tiempo vas mirando el altímetro y la hora. Del entorno solo puedes contemplar lo poco que el frontal te da. Te das cuenta que la nieve brilla por su ausencia. Sabíamos que había poca pero no tanta escasez.
Sigues subiendo y el cansancio cada vez es mayor. No tengo sensación de ahogo pero si de pesadez de piernas. Solamente deseo que Stela Point esté ya cerca.
Stela Point es el punto donde se unen nuestra Machame Route con la Marangu Route (o ruta de la Coca-Cola), situado a 5730 m. de altitud.
Son alrededor de las seis de la mañana y a lo lejos ya lo divisamos. Este tramo se me hace eterno, teniendo que parar cada pocos metros.
Por fin llegamos a Stela Point y la estampa es inolvidable. Estamos viendo amanecer a más de 5700 metros y todos llorando como bebés. Es una emoción tan grande que eres incapaz de controlar las lágrimas. Supongo que los guías nos han hecho ir tan rápido para contemplar ésto, o eso quiero creer.

Sabemos que aquí no ha acabado la cosa y nos tenemos que poner en marcha, aún nos queda subir 165 metros de desnivel aunque la pendiente no es la misma.

A medida que va saliendo el Sol vamos descubriendo lo poco que queda de glaciar y el daño que está haciendo el cambio climático.




Antes de partir le comento a Ewaldo que tengo un poco de dolor de cabeza. Su cara muestra preocupación y me pregunta que de cero a diez cuanto me duele. Un cuatro, le contesto. Su cara vuelve a la de siempre.

Emprendemos la marcha y yo me voy quedando atrás, junto a mi Ewaldo. Me estoy quedando sin fuerzas y tengo que parar cada poco.


Merche se da cuenta de mi retraso y decide quedarse conmigo. Me coge del brazo y me lleva como quien acompaña a un anciano.

Casi una hora después llegamos a Uhuru Peak, el pico de la libertad, el techo de África. Me abrazo a Merche y rompo a llorar. Le estaré siempre agradecido por no dejarme solo ni un instante y llevarme hasta la cima. Una explosión de felicidad estalla en nosotros. Después de tanto sufrir estamos aquí. Mil veces has visto esa imagen en foto, dos palos clavados en el suelo y tres tablones indicándote donde te encuentras. Ahora estás ahí, a 5895 metros de altitud, donde hace dos años atrás pensabas que llegarías algún día.

Es inevitable acordarte de todo lo que has pasado hasta llegar aquí. De como empezó todo esto como un juego, de toda la gente que te ha apoyado en esta aventura y de la que pensaba que no lo conseguirías.

Lo conseguimos!!!


Fotos en la cima y a preparar el descenso, en la cima no nos dejan estar mucho rato.
No se si es por haber descansado un poco en la cima o por el subidón que llevas encima pero me siento con las energías renovadas.

Como cambia caminar de noche a hacerlo de día, pudiendo disfrutar del entorno que el cansancio no te lo permitía.






Sin darte cuenta te vuelves a encontrar en Stela Point y comienza el descenso de verdad. La bajada la hacemos en poco más de un par de horas y realmente no te das cuenta de lo que has subido hasta que no llegas abajo. No se si sera porque es de día y las cosas se ven diferente pero al ver por donde hemos subido me siento más orgulloso de lo conseguido. Parece que estemos esquiando en tierra, con alguna caída incluida. Bajamos rapidísimo.
Llegamos a Barafu Camp y los guías nos permites descansar un rato, no mucho porque aún nos queda un trekking de tres horas hasta llegar a Mweka Camp y porque hay que dejar sitio para que los que van a subir por la noche puedan montar su campamento. Nos metemos en la tienda a dormir. Yo, como no lo consigo, prefiero salirme de ella y disfrutar del momento. Me siento y me fumo un pitillo, me siento triunfador.
Recogemos todo, comemos algo y comenzamos la marcha.

Kilómetros y kilómetros de desierto lunar vamos atravesando por Mweka Route (es la ruta normal de descenso) encontrándonos por el camino los diferentes tipos de camilla de evacuación.


Llegamos a un campo llamado Millenium Camp, situado a 3950 m y hacemos un receso, aun nos queda un buen rato.

Seguimos caminando y Ewaldo nos comenta que hay cerveza en el campo donde vamos y eso nos da más alas.

Después de más de tres horas y media llegamos Caco y yo a Mweka Camp. Es un campo situado a 3100 m. que parece un camping, parcelas delimitadas. Hacemos el registro y nos pedimos unas cervezas, tres cervezas y una coca-cola para ser exactos (no tenían más existencias). También pido un paquete de tabaco, el cual es infumable. Nos vamos a nuestras tiendas y a merendar. Un poco de embutido nuestro y a debatir sobre el último tema importante, las propinas.

Como vamos un poco perdidos, llamamos a Isaac para que nos oriente un poco. Nos informa como va a ir un poco la ceremonia y lo que se suele dar de propina a cada uno, portadores (un total de 23), asistente cocina, cocinero, asistentes guías (Ewaldo y Joseph) y guía.

Nos volvemos a las tiendas y al poco no llaman para cenar. La cena ya es muy escasa y volvemos a tirar de embutido. Sacamos los fajos de dólares y a contar. La mesa parece del Monopoly con tanto paquete de billetes.

Nos volvemos a la tienda y a pasar nuestra última noche en ella.

Es inevitable que, tumbado dentro del saco, repases el día transcurrido. un día larguísimo.

Llevo más de 36 horas sin dormir con 1300 m de desnivel de ascenso y 2795 m de descenso y unas 15 horas. Estoy reventado pero soy el hombre más feliz del mundo.

Creo que hoy caeré en redondo.

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