sábado, 6 de agosto de 2011

Mweka Gate, última estación

Hoy he dormido como un tronco, por fin he descansado como Dios manda. Después de la jornada maratoniana de ayer cualquier cosa que hagamos hoy se quedará corto.
Nos aseamos un poco y directos a desayunar, a acabar con los restos.Acabamos el desayuno y vamos a recoger los trastos. Mientras desayunábamos decidimos que dejarles como regalo. La gente les deja algo de material a los porteadores como regalo, parece que todo su material son presentes de expediciones anteriores. Josep y Merche habían hecho una mochila con cosas que amigos suyos les habían dado como botas viejas, pantalones, camisas, etc.
Todo mi material es nuevo, así que he pensado en darles el bastón con el que he subido, las botellas de agua y una braga polar. Según dicen, luego hacen un sorteo entre todos con todo el material. Caco también deja su palo y una botella de agua, Rosa también deja algo en el saco.


Una vez recogido todo nos reunimos todos. Ellos hacen una fila y es la hora de repartir las propinas. No están todos, falta un portador y el asistente de guía Joseph que se han tenido que ir la tarde antes porque el porteador ha cogido malaria. Las propinas es algo vital para ellos ya que su sueldo es muy bajo y gracias a éstas pueden sobrevivir mejor. El encargado de repartirlas es Josep, o como le llaman ellos "el papa".

Una vez concluida la repartición, Ewaldo nos hace un discurso de agradecimiento en su español. La verdad es que nos emociona un poco. Acto seguido nos cantan a coro una canción: Jambo Bwana, seguido de Kilimanjaro y otra que no se el nombre.


Un abrazo de afecto con todos e iniciamos el descenso. A partir de este punto vuelve la jungla con su vegetación fondosa y sus árboles llenos de barbas de San Jorge, contaminación cero.

Hoy todo es a otro ritmo y las caras de sufrimiento de ayer se han vuelto de auténtica felicidad. Es un sentimiento un poco contradictorio ya que te da pena que esto vaya a acabar en pocas horas pero con ganas de ver a las chicas, darnos una ducha, hacer una buena comida y dormir en una cama.

Los porteadores parece que también tienen mucha prisa, desciendes rapidísimo. Supongo que también tienen ganas de volver a sus casas.

El camino está muy mojado cuanto menor es la cota de altitud y con continuas escaleras. La verdad es que está muy cuidado salvo por los papeles que hay en el suelo. Nos adelanta nuestros porteadores y aparece Isaac con "nuestros" palos y unas botas. Éstas se las mete a Ewaldo en la mochila para que se las guarde ya que él baja de vacío. Parece que en el "sorteo" ha habido un poco de tongo. Es como en todo el mundo, existen las jerarquías.

Encontramos un riachuelo y, como Caco y yo tenemos las zapatillas llenas de barro y no hemos traído otras, probamos la membrana para el agua. Nos quitamos un poco el barro y seguimos descendiendo.

Unos metros más abajo de repente nos encontramos a unos niños con unos machetes y hoces que recogen hierbas. Realmente no se para que son pero lleva un buen montón. Sorprende ver a niños tan pequeños con estas herramientas, algo impensable en España. Cuando te ven primero te piden chocolate y luego dinero, luego veremos que es algo normal por esta zona.


Seguimos descendiendo y por fin llegamos a la entrada del parque Mweka Gate, el final del recorrido. Es muy diferente a Machame Gate y hay infinidad de gente entre turistas y personas que venden de todo. Vamos directamente a la caseta donde tenemos que firmar nuestra llegada. Como hay mucha gente tenemos que hacer un poco de cola. Mientras esperamos no dejan de venir gente a venderte cosas, desde cuadros hasta chicas ofreciéndose a limpiarte los zapatos.



Caco contrata los servicios de una chica que le limpia las zapatillas por dos euros y, viendo el resultado, yo hago lo mismo. Aun nos queda una semana de estar por aquí y no vamos a ir con las botas de montaña.

Firmo en el libro de registro y compro un Buff del Kilimanjaro por 15 dólares. Isaac me tiene que dejar sus chanclas ya que aun no me han devuelto mis zapatillas. Cuando me las devuelven parecen sacadas de fábrica, dinero bien invertido.

Debemos descender un poco más ya que el shuttle se encuentra unos metros más abajo. Es un trayecto infernal ya que no paran de intentar venderte algo o cambiártelo por otra cosa.

Por fin llegamos al bus y nos encontramos a nuestros porteadores allí. Nos quedamos sorprendidos ya que están irreconocibles. Se han aseado y se han cambiado de ropa. Y nosotros vamos hechos unos guarros.


Es increíble, nosotros ya en el interior del shuttle y la gente aun sigue intentando venderte algo, a mi se me hace pesado pero lo entiendo perfectamente. Para ellos somos dólares con patas.

Por fin el bus se pone en marcha y nos dirigimos a Moshi, donde dejaremos a buena parte de los porteadores y el material.


Llegamos a Moshi y, mientras descargan las tiendas y demás, aprovechamos para beber una cerveza fresquita. Nos volvemos a montar en el bus y nos ponemos rumbo a Arusha. El viaje es de una hora más o menos y se hace muy ameno. Llegamos al hotel que teníamos contratado, el Outpost, y nos dicen que no tenemos reserva. Nos ponemos en contacto con Tabía Safaris y nos dicen que nos han cambiado al Hotel Impala, así que nos dirigimos hacia allí. A Josep no le ha sentado muy bien ya que lo que había visto del hotel le gustaba mucho. Luego nos enteraríamos por Dolors y Rocío que está mejor el Impala, el Outpost estaba un poco hecho polvo.

Llegamos al hotel Impala y nos despedimos definitivamente del resto de la expedición. La verdad es que quedamos muy contentos con todos.

Nos registramos en el hotel y hemos quedado en un cuarto de hora para comer ya que es un poco tarde. La verdad es el sitio está de lujo, cualquier cosa es buena de donde venimos, y la tentación por darte un baño es muy grande pero el hambre puede más.

Bajo al Loby y están todos menos Rosa, no ha podido resistir la tentación y se lleva su bronca correspondiente.

Pedimos la comida, un plato de pasta realmente bueno (cualquier cosa está buena después de comer una semana lo mismo) y las cervezas correspondientes.

Llamamos a las chicas para informarles de nuestro paradero y ellas están de excursión en Moshi. Lo malo es que tienen la reserva de hotel ahí por error, así que hay que volver a llamar a Tabía para aclarar las cosas.

La comida se alarga y aparecen a visitarnos la gente de Tabia, Eugeni y Tina. Compartimos con ellos nuestra experiencia mientras esperamos a Dolors y Rocío. Hemos hablado con ellas pero parece que no nos hemos entendido muy bien. Llegan al hotel y no nos encuentran. Se pasan una hora buscándonos y al final ya estamos todos juntos. Aparecen ellas dos con el que va a ser nuestro guía en el safari que realizaremos, Elías. Comentamos un poco nuestras aventuras y quedamos para cenar. Vamos a ir a un sitio donde se cena típica comida tanzana. Iremos con Elías y luego se sumarán Eugeni, Tina y Naiman.

El sitio es bastante pintoresco, como una gran terraza donde la luz se apaga cada dos por tres. La cena también pintoresca, patatas con una especie de puré de no se que y ternera. Ésta parece como morro, con pelos incluidos, y personalmente prefiero la pasta del mediodía.

Cenamos, charlamos, bebemos y nos volvemos al hotel. Por fin una cama.


Ha sido una experiencia totalmente inolvidable. Siete días, 4000 metros de desnivel y un montón de recuerdos imborrables.

Por ahora el viaje de mi vida, no solo por la expedición sino por el safari de después.

viernes, 5 de agosto de 2011

Uhuru Peak, el sueño cumplido

Son las doce de la noche, por delante tenemos una jornada maratoniana. Nos vamos a la tienda comedor ya vestidos con la ropa de "faena" a ingerir líquidos y a comer algo. Los nervios no te dejan comer nada. Nos hemos abrigado tanto que la mayoría del grupo tenemos mucho calor y dentro de la tienda aun más.
Salimos de la tienda, conectamos nuestros frontales y empezamos el ascenso. Nos cuesta un poco salir del campamento ya que hay tanta gente que parece una romería.
Isaac encabeza nuestro grupo, seguido por Rosa, Merche, yo, Caco, Josep y cerrándolo Ewaldo. Joseph va subiendo y bajando para comprobar que todos estamos bien.
Isaac parece que tenga prisa y comienza a adelantar a otros grupos, cosa que luego nos pasará factura. Es increible y desesperante caminar por la noche. Dicen que todos los gatos de noche son pardos y así es. Todo parece que está cerca y nada más lejos de la realidad. Alzas la vista y solo contemplas un cordón de luces que asciende hasta el cielo hasta que llega un punto en que desaparecen. Entoces es cuando tu cabeza te engaña y te dice que eso está ahí mismo y que ya llega el final. Error, solamente es una curva. Así hasta casi llegar arriba.
Rosa pide parar un instante a beber agua y descansar, el ritmo es muy elevado. Yo aprovecho para desprenderme de un forro polar, me estoy asando vivo. Como hemos leido mil veces que el día de cumbre se pasa mucho frío me he puesto una capa de más. Voy con una camiseta térmica, un forro polar grueso, un plumón que me ha prestado Merche que alquiló en su día y no lo necesitaba y el Gore-Tex. Al perder mucho tiempo en quitarme el polar no puedo beber lo que me hubiera gustado (lo pagaré luego). Los guías, al ver el cansancio de Rosa, le quitan su mochila y se la cargan ellos.
El ritmo sigue siendo alto y en la siguiente parada es a Merche la que le quitan la mochila y Caco se ha quedado sin pilas en el frontal. Como hay tanta luz provocada por todos los frontales decide no poner pilas nuevas.
Si soy sincero, me acuerdo del principio y del final de la etapa, del medio tengo muchas lagunas. Se hace interminable. Cada poco tiempo vas mirando el altímetro y la hora. Del entorno solo puedes contemplar lo poco que el frontal te da. Te das cuenta que la nieve brilla por su ausencia. Sabíamos que había poca pero no tanta escasez.
Sigues subiendo y el cansancio cada vez es mayor. No tengo sensación de ahogo pero si de pesadez de piernas. Solamente deseo que Stela Point esté ya cerca.
Stela Point es el punto donde se unen nuestra Machame Route con la Marangu Route (o ruta de la Coca-Cola), situado a 5730 m. de altitud.
Son alrededor de las seis de la mañana y a lo lejos ya lo divisamos. Este tramo se me hace eterno, teniendo que parar cada pocos metros.
Por fin llegamos a Stela Point y la estampa es inolvidable. Estamos viendo amanecer a más de 5700 metros y todos llorando como bebés. Es una emoción tan grande que eres incapaz de controlar las lágrimas. Supongo que los guías nos han hecho ir tan rápido para contemplar ésto, o eso quiero creer.

Sabemos que aquí no ha acabado la cosa y nos tenemos que poner en marcha, aún nos queda subir 165 metros de desnivel aunque la pendiente no es la misma.

A medida que va saliendo el Sol vamos descubriendo lo poco que queda de glaciar y el daño que está haciendo el cambio climático.




Antes de partir le comento a Ewaldo que tengo un poco de dolor de cabeza. Su cara muestra preocupación y me pregunta que de cero a diez cuanto me duele. Un cuatro, le contesto. Su cara vuelve a la de siempre.

Emprendemos la marcha y yo me voy quedando atrás, junto a mi Ewaldo. Me estoy quedando sin fuerzas y tengo que parar cada poco.


Merche se da cuenta de mi retraso y decide quedarse conmigo. Me coge del brazo y me lleva como quien acompaña a un anciano.

Casi una hora después llegamos a Uhuru Peak, el pico de la libertad, el techo de África. Me abrazo a Merche y rompo a llorar. Le estaré siempre agradecido por no dejarme solo ni un instante y llevarme hasta la cima. Una explosión de felicidad estalla en nosotros. Después de tanto sufrir estamos aquí. Mil veces has visto esa imagen en foto, dos palos clavados en el suelo y tres tablones indicándote donde te encuentras. Ahora estás ahí, a 5895 metros de altitud, donde hace dos años atrás pensabas que llegarías algún día.

Es inevitable acordarte de todo lo que has pasado hasta llegar aquí. De como empezó todo esto como un juego, de toda la gente que te ha apoyado en esta aventura y de la que pensaba que no lo conseguirías.

Lo conseguimos!!!


Fotos en la cima y a preparar el descenso, en la cima no nos dejan estar mucho rato.
No se si es por haber descansado un poco en la cima o por el subidón que llevas encima pero me siento con las energías renovadas.

Como cambia caminar de noche a hacerlo de día, pudiendo disfrutar del entorno que el cansancio no te lo permitía.






Sin darte cuenta te vuelves a encontrar en Stela Point y comienza el descenso de verdad. La bajada la hacemos en poco más de un par de horas y realmente no te das cuenta de lo que has subido hasta que no llegas abajo. No se si sera porque es de día y las cosas se ven diferente pero al ver por donde hemos subido me siento más orgulloso de lo conseguido. Parece que estemos esquiando en tierra, con alguna caída incluida. Bajamos rapidísimo.
Llegamos a Barafu Camp y los guías nos permites descansar un rato, no mucho porque aún nos queda un trekking de tres horas hasta llegar a Mweka Camp y porque hay que dejar sitio para que los que van a subir por la noche puedan montar su campamento. Nos metemos en la tienda a dormir. Yo, como no lo consigo, prefiero salirme de ella y disfrutar del momento. Me siento y me fumo un pitillo, me siento triunfador.
Recogemos todo, comemos algo y comenzamos la marcha.

Kilómetros y kilómetros de desierto lunar vamos atravesando por Mweka Route (es la ruta normal de descenso) encontrándonos por el camino los diferentes tipos de camilla de evacuación.


Llegamos a un campo llamado Millenium Camp, situado a 3950 m y hacemos un receso, aun nos queda un buen rato.

Seguimos caminando y Ewaldo nos comenta que hay cerveza en el campo donde vamos y eso nos da más alas.

Después de más de tres horas y media llegamos Caco y yo a Mweka Camp. Es un campo situado a 3100 m. que parece un camping, parcelas delimitadas. Hacemos el registro y nos pedimos unas cervezas, tres cervezas y una coca-cola para ser exactos (no tenían más existencias). También pido un paquete de tabaco, el cual es infumable. Nos vamos a nuestras tiendas y a merendar. Un poco de embutido nuestro y a debatir sobre el último tema importante, las propinas.

Como vamos un poco perdidos, llamamos a Isaac para que nos oriente un poco. Nos informa como va a ir un poco la ceremonia y lo que se suele dar de propina a cada uno, portadores (un total de 23), asistente cocina, cocinero, asistentes guías (Ewaldo y Joseph) y guía.

Nos volvemos a las tiendas y al poco no llaman para cenar. La cena ya es muy escasa y volvemos a tirar de embutido. Sacamos los fajos de dólares y a contar. La mesa parece del Monopoly con tanto paquete de billetes.

Nos volvemos a la tienda y a pasar nuestra última noche en ella.

Es inevitable que, tumbado dentro del saco, repases el día transcurrido. un día larguísimo.

Llevo más de 36 horas sin dormir con 1300 m de desnivel de ascenso y 2795 m de descenso y unas 15 horas. Estoy reventado pero soy el hombre más feliz del mundo.

Creo que hoy caeré en redondo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Barafu Camp, la tarde interminable.

Hoy va ha ser una etapa corta, quizás la más corta de todas. Partimos de Karanga Camp, situado a unos 4.000 metros, y nos dirigimos rumbo a Barafu Camp.
Madrugamos, recogemos, desayunamos (más de lo de siempre) y nos ponemos en marcha, nuestra rutina matutina. Hoy, Josep opta por subir con las botas que utilizará para el día de cima. La verdad es que no es muy mala idea pero yo decido no hacerlo. Después de la experiencia de Benasque prefiero jugármelo todo a una baza, solo me las pondré para la ascensión final. Empezamos la marcha y hacemos el mismo trayecto que el día anterior. A mi siempre me cuesta un poco arrancar así que voy el último, siempre acompañado por mi amigo Ewaldo. Al cabo de un rato damos caza a Caco que está hablando con una chica que se llama Francesc, como él, y si no recuerdo mal era Noruega. Le doy mi opinión a Caco, la chica tenía un buen culo, y al poco rato ésta de despide de él. Mi compañero de tienda se gira y me dice -que cabr... que eres, la chica habla español y tu diciendo lo del culo. Es un momento que me recriminará todo el viaje (y aún lo sigue haciendo). La verdad es que fue un momento divertido.


El paisaje sigue siendo el mismo, cielo muy azul y desierto alpino, con una pista muy marcada. Yo que me pierdo en mi casa, mi sentido de la orientación es nefasto, estoy seguro que llegaría igual. Cuando pasan un poco más de dos horas de marcha hacemos una pausa. Estamos a mitad de camino y es preferible que llegar tan pronto. También nos irá bien para aclimatar, cuanto más lento subes mejor es tu adaptación.

Seguimos el camino y cuanto más alto estamos más piedras hay. En un par de horas ya estamos en Barafu Camp. Barafu es un campamento situado entre un pedregal situado a 4.600 metros. Desde aquí empieza la subida a Uhuru Peak, el pico de la libertad, el techo de África. Nada más llegar vamos al barracón donde se encuentra el libro de registro. Es container de barco en el cual, aparte del libro para firmar la llegada, te venden Coca-Cola, Mars, camisetas, etc.




Después de firmar vamos a buscar las tiendas y nos sorprende que no estén aún montadas. Nos es que hayamos ido tan rápido como los porteadores, es que hay que esperar a que quede un hueco libre. A la cima se sube de noche, así que el campamento no se desmonta hasta que la gente no vuelve y descansa un poco.

Mientras esperamos sacamos unas sillas y nos comemos un fuet, así la espera se hace más corta.


El planning es el siguiente: comer y dormir, cenar y dormir. Hay que estar descansado para subir por la noche.


La comida ya cansa, siempre lo mismo, así que la suplementamos con nuestros embutidos. Nos vamos a la tienda y a dormir. A mi me es imposible, entre los nervios y que la tienda hace bajada no hay quien pegue ojo. Mi compañero de tienda cae como un tronco, cada vez le odio más (la envidia se queda corto). Menos mal que tengo batería en el reproductor de música, que me hace una estancia más llevadera.

Llega un momento que ya estás harto de estar estirado, así que te levantas y estiras un poco las piernas antes de cenar. Contemplas el recorrido que te espera por la noche y te das una vuelta por el campamento antes de ir a cenar.

Sobre las siete te metes otra vez en la tienda y a intentar dormir un poco más, imposible. Dentro del saco te metes toda la ropa que vayas a utilizar por la noche, así ya está calentita y no da tanto pudor vestirse.
Le das vueltas a la cabeza, llegaré o no. Al final terminas con la conclusión de que si no consigues la cima no pasa nada. Solo haber hecho el trekking por toda la cara sur del Kilimanjaro ha valido la pena.