lunes, 1 de agosto de 2011

Shira Camp, equipo completo

Vaya noche he pasado. Entre el frío que he pasado y la ansiedad del tabaco no he pegado ojo en toda la noche. A las seis de la mañana ya no podía más y me he levantado. Me da mucha envidia ver a Caco durmiendo como un tronco y ver con que facilidad concilia el sueño. Le odio.
La siguiente es Rosa, luego Caco y por último Josep y Merche, que parece que tampoco ha pasado muy buena noche. ¿Casualidad que éramos los únicos que no tenían su saco? Supongo que esto no tiene nada que ver viendo como duermen nuestros porteadores. En la tienda cocina duermen unos cuantos y parece que en la tienda comedor también ya que nos tenemos que esperar a que salgan para poder desayunar. Luego el tufillo de la tienda lo confirma.
Entramos en la tienda y nos traen el desayuno. Té, cacao, café, pan tostado y demás, y sobretodo el desayuno preferido de Josep: el Porridge, una especie de papilla de avena que no hay quien se la coma. Me sorprende el control del líquido que ingiere todo el mundo, tanto de café, tanto de té. Yo no lo controlo tanto pero se que bebo mucho, en montaña la hidratación es de lo más importante.
Salimos del comedor y nos vamos a las tiendas a recoger el equipaje. Yo tardo poco al no tener mis bolsas y Rosa tampoco tarda mucho. Le comento mi problema de ansiedad y llego a la conclusión de que voy a fumar, tengo que descansar por las noches y si sigo así no lo haré y no llegaré a la cima. Rosa me da la razón, por un cigarro al día no pasará nada. Saco el tabaco y me lío un pitillo que me sienta de muerte. Los porteadores nos reparten el agua y una bolsa que contiene la comida: huevos, pollo, etc. ­­­­
Empezamos la marcha y dejamos a los porteadores recogiendo, Isaac se queda con ellos y Joseph y Ewaldo vienen con nosotros. Mientras vamos subiendo vemos que la vegetación disminuye en la misma proporción que aumenta la gente del camino. Esto parece las Ramblas de Barcelona. Te encuentras a gente de todo tipo y parece que subamos por una Torre de Babel por tanto idioma diferente. Al cabo de un rato me empiezo a quedar sin fuerzas, supongo que de no descansar, y Caco me hace tomarme un gel de compota de manzana. Energía rápida que me da fuerzas enseguida.
Al poco rato cruzamos las nubes y el cielo azul aparece por fin. Cuando miras a tu espalda ves un mar de nubes con el Monte Meru de fondo, algo precioso. Y si miras hacia arriba ya ves el Kilimanjaro con más claridad.

Seguimos subiendo y de repente reconocemos nuestras bolsas encima de nuestros porteadores y cerrando a estos llega Isaac, que se suma a nuestro grupo. Tu que vas equipado con lo último en material de montaña y ver como te adelantan esta gente con unas zapatillas rotas y jerseys agujereados es un poco decepcionante. Ellos son los verdaderos alpinistas.
Hacemos pocas paradas, las justas para beber algo e intercambiar saludos con los caminantes. Mientras subes tienes que ir vigilando cuando pasan los porteadores para no obstaculizarles el camino, encima que van cargados como burros solo falta que estés tu en medio para fastidiarles más. Lo que más se escucha decir a la gente es “pole sana” (lo siento mucho) a los porteadores y ellos contestan “asante sana” (muchas gracias).
Josep tiene un pique personal con unas coreanas que van de uniforme, vestidas a la última. Tenemos que adelantar a las coreanas y que no nos pasen las coreanas se convierten en sus frases de la ascensión, combinándolas con por donde van las coreanas y ¿ya han salido las coreanas? Naturalmente todo es en broma. Es bastante gracioso ver a unas seis coreanas todas iguales y su guía coreana que va vestida de otro color.

Parada para beber, foto al Kilimanjaro y a seguir. El camino ha dejado de ser una pisa para ser un poco más pedregoso y la pendiente es bastante más pronunciada que el día anterior. Al estar por encima de las nubes hace bastante calor y se camina mucho mejor que ayer con la humedad.
Merche, que también ha dormido poco, le cuesta seguir. También hay que decir que los guías no van muy “pole pole”. Le digo que se ponga detrás de mí que le marcaré un ritmo más lento. Yo me encuentro bastante bien, la compota de manzana me ha ido de maravilla y la sensación que tengo es que parece que vaya colocado, como si me hubiera bebido un par de vermuts.

Parada para comer. Vemos a las coreanas como canta una especie de “Cumbayá” en su idioma a pleno pulmón. La verdad es que la imagen levanta varias sonrisas. Abrimos las bolsas de la comida y dejamos las cámaras en las rocas. Enseguida Isaac nos dice que las cojamos ya que hay muchísimos cuervos que las quitan con mucha rapidez.
Acabamos de comer y continuamos la marcha y la vegetación va desapareciendo poco a poco y nos vamos encontrando las primeras lobelias deckenii, planta típica de las montañas africanas.

Al poco rato llegamos a Shira Camp, campo donde dormiremos hoy. Una explanada inmensa donde las tiendas parecen setas multicolores. Las nuestras están al final del todo, lo cual agradecemos porque la vista es increíble. Miras a un lado y te encuentras al Kilimanjaro y al otro un mar de nubes que dan ganas de tirarse, parece algodón.
Estamos descargando las mochilas cuando de repente aparece un tío vendiendo Coca-Cola. Flipamos mucho y Caco le compra una por el módico precio de cuatro dólares, refrescos a 3900 metros, increíble.

Al ser pronto nos sacan de las tiendas y nos envían a la tienda cocina, nos han preparado un poco de merienda. Un poco de té, café o cacao con palomitas. Yo tenía entendido que las palomitas no eran muy aconsejables en montaña ya que tienen mucha sal y deshidratan pero la verdad es que se agradecen.
Al cabo de un rato viene a buscarnos Ewaldo, quiere que caminemos un poco para aclimatar mejor. Nos lleva a Shira Cave, una pequeña cueva que hay entre las rocas. Si estuviéramos en España sería un water público, seguro. Subimos más arriba y contemplamos como es sol empieza a desaparecer. Aquí es invierno y el astro rey desaparece antes, así que volvemos a las tiendas.

Hora de cenar, más o menos lo mismo que el día anterior. Briefing con el siniestro Isaac (parece que la noche lo transforma) y de repente entra el asistente de cocina para decirnos que nuestras bolsas están llegando. Salimos de la tienda y la primera en llegar es la mía. La alegría es enorme, le doy un abrazo al porteador que es clavado a Don Cheadle (Hotel Ruanda, Ocean’s Eleven) y lo primero que hago es sacar mi saco y aislante. Luego llega la de Merche y finalmente la de Rosa. Como me habían preparado el saco y colchón de la noche anterior y Rosa quiere dormir sola de nuevo (parece que lo de tener una tienda para ella sola le gusta), me quedo con el colchón y mi aislante autohinchable se lo doy a Caco. Dormirá más cómodo con los dos.
Me lío un pitillo y disfruto del firmamento, es maravilloso contemplar las estrellas a 3900 metros, parece que haya más. Ahora a la cama que hoy dormiré calentito.

Bonita jornada, 900 metros de desnivel en 7 horas (paradas incluidas), en la que tengo buenas sensaciones. Lástima de la flojera del principio, pero después del “chute” de compota ha ido todo genial. Mis piernas, corazón y pulmones por ahora rinden bien. A ver que nos espera mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario